Cada día que nos encontramos inmersos en nuestras compras capitalistas, como si navidad fuera cada semana, perdemos de vista los problemas que, así como las plagas, nos llevamos a casa. Ninguno nota cuando una alimaña entra a su hogar, pero vaya que días después vemos los frutos de su indeseable presencia. Las compras excesivas que realizamos en nuestro andar cotidiano, sólo muestran nuestra falta de voluntad ante el deseo de la felicidad material que estas nos brindan. El problema radica en la facilidad con que el dinero entra a nuestros bolsillos, o eso es lo que parece en base a lo sencillo que lo gastamos.
Las compras abrumadoras que realizamos son el hoyo que tiene nuestra cartera y por donde fluye nuestro dinero, se va tan rápido así como el agua que tiramos por la coladera, incluso más rápido que las ofertas especiales de corta duración, esas que nos hacen correr y estremecernos por la tremenda inversión a realizar. ¿Por qué pensamos que estamos haciendo una inversión? ¿Es que estamos pagando por educación o patrimonio? No verdad, estamos comprando el maseajeador de pies que tanto necesitamos, casi como el alimento diario. Lo más sencillo sería evitar todo esto, pero no podemos, un susurro de nuestra cuenta nos invita a gastar, la conciencia juega con nosotros, en un juego mental donde vemos lo correcto y lo que no materializarse en una simple decisión. Todo es cuestión de voluntad, resistir, asi como el plomo que proteje nuestra caja fuerte y el NIP de nuestra tarjeta, tan sólo fortaleza para detener al río desbordante de gastos excesivos que si no se detiene con una buena presa ahogará todo nuestro presupuesto.